jueves, 25 de marzo de 2010

Esos días en que mi casa era el mar.

El pecio Boreas.- Palamós (Gerona) 6 de Agosto de 1.993.-
 
Aunque ha pasado un poco de tiempo,... 14 años solamente, lo recuerdo muy bien y eso que en este momento no sé muy bien si fue verdad o lo soñé, pero en cualquiera de los casos lo veo tan nítido que voy a intentar contarlo.
 
Era mi primera inmersión en libertad “fuera de cursillo”, a veces los cursillos parecían autenticas maniobras militares, y eso que no he hecho la mili, pero por las “batallitas” que cuentan los que la han hecho…, debían ser bastante similares, “ Ya teníais que estar equipados”, “Ya deberíais estar en el agua”…, como si el mar se fuera a marchar a otro sitio en breve y nos fuera a dejar en tierra…, por lo que yo suponía sería bastante más relajada que a lo que me habían acostumbrado durante el cursillo, iba con Instructores-amigos y además era mi “súper-regalo” de cumpleaños…, así que la cosa prometía…
 
Estaba muy emocionada y también un poco “aterrada” ante lo que se me venia encima… (Una novata realizando una inmersión con gente muchísimo más preparada y experimentada que yo), cosa que por otra parte me infundía confianza.
 
Hacia un día precioso, lucía un sol radiante, el mar estaba clarísimo y en calma, y por un día abandoné mi bonita costumbre  de marearme en los barcos, así que todo eran buenos presagios para que yo ese día viera y buceara por fin dentro del “Boreas”.
 
El “Boreas” era un antiguo remolcador de la Marina Alemana de la 2ª guerra mundial que fue capturado con un cargamento de droga en los alrededores del puerto de Palamos en 1985, donde permaneció amarrado durante tres años totalmente abandonado, hasta que un Club de Buceo se dio cuenta de lo que aquello podía significar en relación al aumento de las actividades submarinas y empezaron imagino los innumerables trámites necesarios para hundir este barco en una profundidad accesible a la mayoría de los buceadores y que no supusiera un problema de navegación ni pesca y en 1989 lo hundieron para disfrute de los buceadores y así el Boreas un barco de “guerra” descansaría por fin en un mundo en paz, y no moriría, sino que se fundiría con la naturaleza del fondo del mar y sus habitantes.
 
Cuando el barco que nos llevó echó el ancla, recuerdo muy bien que no se movía nada, solo la excitación colectiva “a bordo” del equipo que íbamos a realizar la inmersión, a mí me temblaba todo el cuerpo, pero me dije a mí misma, ¿Qué pasa?, y mecánicamente empecé a comprobar por última vez el equipo, gritería, regulador, jacket, gafas, asegurarme las botellas, instrucciones de última hora respecto a la inmersión y estrictas respecto al tiempo que debíamos estar abajo…, porque al subir nos quedaba un bonito rato de descompresión y naturalmente nos debía quedar suficiente aire en las botellas para poder realizar las paradas tranquilamente…, así que…, mano izquierda a las gafas, mano derecha sujetando la botella y choff¡¡¡, al agua patos¡¡¡
 
Recuerdo que metí la cabeza en el agua y lo primero que vi me impresionó “La silueta de un barco entero” y pensé “nos está esperando” (es difícil ver desde la superficie excepto en estos días soleados y en calma una cosa así, ya que el Boreas está a una profundidad de aproximadamente 32 metros), así que cuando estábamos todos ya en el agua, iniciamos el descenso (con cabo guía desde las boyas de señalización, todo muy organizado y tranquilamente), la bajada fue increíble, conforme nos íbamos acercando veíamos un barco enorme y  siniestro a la vez, yo sentía una mezcla de miedo, emoción , placer, y  lo mejor… una sensación de paz increíble…, revisión de manómetro (consumo de aire) …, bien, bien…, a seguir…
 
Empezamos a “sobrevolar” la cubierta y a dar paseos por todos los sitios imaginables, ¡que pasada!!, yo pensaba que estas cosas sólo las vería en los documentales de Jacques Costeau que tanto me gustaban…, vida en todos los huecos practicables, peces, meros, morenas, colores…, todos los colores del mundo y silencio sepulcral (solo enturbiado por nuestras propias burbujas y por nuestras botellas al chocar con los materiales metálicos que encontrábamos a nuestro paso), nuestra curiosidad nos llevó al interior de la cocina, abrimos la puerta del horno…, ja, ja, que risas…
 
Me parecía algo irreal que yo estuviera viviendo esa experiencia, como si fuera un sueño y me fuese a despertar de un momento a otro, y de repente suena un despertador…, ¡ah! ¡no! ¿Todo ha sido un sueño?,…
 
2ª y última entrega cuando vuelva a soñar …  con mí amado Boreas y el mar.

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